jueves, 17 de diciembre de 2015

Cuando hay agresión, se acabaron los argumentos

Por: Esteban G. Santana Cabrera
La mayoría de la sociedad española está realmente "cabreada" por las agresiones recibidas en los últimos días por dos políticos en España. al presidente Rajoy y otra más cercana, a un concejal en Las Palmas de GC. ¿Es esto un problema de educación? En los últimos tiempos de la televisión podemos ver y escuchar algunas tertulias que tratan de montar un “debate" sobre temas “serios" y aquello parece una jaula de grillos, donde no se entienden las opiniones de unos ni de otros, y cuando ya no tienen argumentos comienzan a insultarse y a decirse de todo.

Esto lo podemos extrapolar a la vida cotidiana. Cuando dos personas hablan y uno de los dos ya no tiene argumentos, reconoce haber estado equivocado o se marcha o insulta al otro, incluso llegando a la agresión verbal y física.

Detrás de la persona que insulta o que agrede, aparte de una mala educación, hay una falta de valores, tan importantes y necesarios en esta sociedad actual, como el respeto, la aceptación de las ideas de otros aunque sean diferentes de las nuestras o el conocimiento del sentido democrático de nuestra sociedad en la que las mayorías hay que respetarlas y que sí no piensan como nosotros hay que aceptarlas porque han sido elegidas legalmente pese a quien pese. 

Esto no quiere decir que estemos pasivos, cruzados de brazos ante hechos que nos parecen injustos, porque la sociedad para evolucionar necesita nuestra aportación, la de todos, independientemente de nuestra manera de pensar.

Se puede estar más o menos de acuerdo con opiniones, iniciativas, creencias o ideologías distintas a las nuestras, pero lo que no se puede es insultar o agredir cuando faltan argumentos, porque falta al principio básico de cualquier sociedad democrática, el respeto. Y además le hace un flaco favor a nuestros “oponentes ideológicos", porque cuando vayamos a defender nuestras ideas nadie nos hará caso porque hemos echado por la borda toda nuestra credibilidad.

Por ello, si alguien te insulta o te agrede por tus creencias o por tu proceder en el trabajo por los demás, sea el ámbito que sea, es que no tiene argumentos para estar en contra de eso que piensas o haces. Y si no tiene nada que aportar mejor ignorarlo.

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